Sobraban las palabras

Daniel se sentía mal. Su sudor era extrañamente frío…su mirada atravesaba sus párpados cerrados y contemplaba desde fuera cómo su cuerpo se sumergía en un abismo que bien le podría conducir hasta el mismísimo infierno. Todos gritaban a su alrededor, excepto Ana, que seguía sentada a su lado acurrucándose en su hombro derecho. 

Daniel temblaba y su mirada seguía interpretando el mundo a través de sus párpados, adivinando que su cuerpo no aguantaría más tiempo en aquella pesadilla; por eso cuando Ana se despegó en ese mismo instante tanto él como su mirada agradecieron a la providencia que ella hubiera decidido salvarse.

El tiempo se detuvo. La mirada de Daniel pudo deshacerse de los párpados y ver de nuevo aquel mundo desde sus propios ojos, pudo ver aquella gente que ahora respiraba aliviada y pudo ver también la sonrisa de Ana, inmutable, porque en su relación con Dani sobraban las palabras.