Encrucijada

Es de noche y no se aprecia movimiento en el exterior. La rotonda permanece iluminada escasamente por los faros del coche, sin restar protagonismo a los dos caminos que nacen a derecha e izquierda. Ambos caminos andan flanqueados por dos hileras de farolas aunque debido a mi reciente operación de miopía apenas puedo ver nada más que unos circulos de luz difuminados sobre el asfalto.

Seguramente el cartel que precede la rontoda me dirá si ando por buen camino. Reduzco la velocidad e incluso me detengo activando las luces de emergencia. Miro atentamente pero ninguno de los nombres del cartel me resulta familiar. Paro el motor.
[...]

Han pasado dos días desde que llegué a la rotonda. Quería estar tranquilo para pensar en mi situación, pensar en dónde ir, qué hacer, aunque la mayoría del tiempo he estado escuchando la radio y dejandome llevar por las canciones que iban sonando... Supongo que algo he pensado porque no he salido del coche en estos dos días; tengo todavía bastante comida: embutido, agua, cerveza y fruta... así que todavia puedo aguantar más si fuera necesario.

He esperado otro día más (ya van tres) y vuelve a ser de noche. He dormido mucho estos días... entre diez y doce horas aunque por supuesto no del tirón (es difícil conciliar el sueño teniendo al sol en todo lo alto). Me pregunto qué pasaría si no funcionara la radio. Me pregunto también cómo es posible que durante tres dias no haya sentido la necesidad de llamar a nadie. Tampoco entiendo por qué no explico mi situación a los que me llaman...

Está a punto de amanecer, mi coche sigue en el arcen, con las luces de emergencia y el motor apagado. Llevo un rato medio dormido aunque no totalmente. Hace unas horas me cansé de la radio y la apagué, pero ahora vuelvo a encenderla en busca de distracción. Tengo hambre y decido beber una cerveza.

No estoy seguro pero creo que en una hora voy a seguir mi camino. Sigo sin saber dónde ir, pero cualquier camino será mejor que quedarme aquí, ante la rotonda. Antes de mi salida creo que debería limpiar el coche: no solo pasar la aspiradora sino también meter en una bolsa todos los desperdicios de comida que hay por ahí: cascaras de platano, restos de yogurt, etc... La verdad es que todo esta hecho un asco.

La limpieza ha durado más tiempo de lo previsto y me ha dejado exhausto. He pensado que antes de proseguir mi viaje debería dormir un poco más, para así salir con fuerzas mañana a primera hora.

[...]

Han pasado ya tres meses de aquello. Todavía no comprendo como pude aguantar seis dias en la rotonda sin encender el motor. En realidad me asusta un poco todo esto y no se muy bien como evitar que vuelva a pasar. He decidido no tener comida en el coche. También procuro no andar solo al volante. Quizás lo mejor sea no pensar en ello...

1 comentario:

SergioB. dijo...

Descripción muy poética de una sensación de llevar una vida sin rumbo y con soledad.

un relato muy chulo, a ver si escribes alguno más!

saludos!