Historias de un Jugador en Madrid (Capítulo V)

Así pues llegué a la habitación y ella se estaba bajando y quitando los pantalones. Mientras lo hacía comentó de nuevo que al día siguiente -al levantarnos- me llevaría al hotel. También me dijo que su compañera de piso se iba a las ocho de la mañana hacia Córdoba... no obstante yo le dije que a las siete y media tenía que estar en el Hotel; ese día todavía había partida, y a las ocho salía el autocar que nos llevaba a la sala de juego. Además estaba preocupado por mi equipo (Quizás habían tenido problemas con el gordo), y quizás ellos estaban preocupados por mi.

Mientras hablábamos esto ella ya se había quedado en ropa interior -aunque se puso una camiseta ancha- se había metido en su cama - una cama pequeña, individual- y había dejado vacía la mitad: correspondía a mi sitio. Instantáneamente cerró los ojos esperando a que me reuniese con ella.

Allí estaba yo, en la alcoba de una chica a la que no conocía, y dispuesto a pasar la noche con ella. Mientras divagaba en estos pensamientos me apresuré a desnudarme y acostarme. Comencé a hacerlo y le eché una mirada a mi chica: se hacía la dormida. De repente comenzó a invadirme un pequeño temor que se fue acrecentando por momentos: todo el mundo ha oído hablar de hombres que han sido seducidos por una mujer y han sido encontrados al día siguiente sabe Dios como. Hice oídos sordos a mi conciencia.

Una vez preparado fui hacia la cama y me metí bajo la manta. ella seguía haciéndose la dormida, aunque bien mirado, parecía que realmente estaba dormida. Nos hallamos tumbados frente con frente. Me pasé muchísimo tiempo acariciando su cara: era preciosa. Pero ella parecía estar profundamente dormida.

Veía muy extraño que me hubiese invitado a su cama sólo para DORMIR. No sabía bien qué debía hacer, si rendirme al sueño o insistir en despertarla. Mi mente enferma aprovechó la ocasión para desarrollar un análisis de la situación.

Finalmente, mientras le acariciaba la cara, decidí que no debía despertarla y que podría quedarme un rato. Así pues le pasé mi mano izquierda por encima de su cuerpo y me quedé dormido, no sin antes mentalizarme para despertarme pronto.

Me sorprendí a mi mismo cuando desperté a las 7:00 de la mañana (habían pasado escasamente dos horas), pero parecía que hubiese dormido todo el día. Al despertar estaba mirando hacia arriba. Ella continuaba durmiendo y yo podía sentir el calor que desprendía su mano derecha, apoyada comodamente sobre mi pecho.

Decidí, ahora sí, despertarla para avisarle que me iba a ir. Primero intenté hacerlo a base de caricias, después llamándola, pero finalmente tuve que moverla un poco con pequeñas sacudidas. En aquellos momentos abrió los ojos. Durante una décima de segundo su rostro revelaba que no esperaba a ningún chico a su lado. Instantáneamente recordó todo... pero el sueño era intenso y estaba sucumbiendo de nuevo. Aproveché aquellos momentos para decirle "Me voy a ir", y ella - más dormida que despierta - consiguió articular algo que interpreté como un "Vale".

Así pues me levanté de la cama y comencé a vestirme. Cuando ya estaba listo me senté en la cama y la volví a despertar. Miré el reloj: eran las siete y veinte. Volví a mirarla: se había vuelto a dormir. La redesperté.

- Bueno, pues yo me voy: acompañame a la puerta...
- Hmm (me dijo algo mezclado con un bostezo).
- Venga, va...
- Si está ahi.... (de nuevo intentaba dormirse)
- Venga, acompañame, que me puedo meter por equivocación en la habitación de tu compañera.
- ¡Pues da igual!
- Pues no estaba mal la compañera - bromee internamente.
- Va, que si no no me voy.
- ¡Eres más pesado que los niños de la escuela! - dijo mientras por primera vez en aquella conversación me dedicaba una gran sonrisa.

Finalmente se levantó y descalza, tal y como estaba, me acompañó hasta la puerta. Allí me dijo que veía difícil que fuera a verme más tarde: estaba muy cansada. Yo lo comprendí. Además ya me conformaba con un final así.

Nos besamos para despedirnos, y mientras lo hacía sabía que no nos íbamos a volver a ver... Al momento ya estaba en la calle, al amparo de un "nuevo" día, que me recibió lloviendo

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