Madrid, 1996. Un año más la todopoderosa selección de la UPC de ajedrez capitaneados por su delegado, un servidor, y vigilados desde la distancia por el 'Cap del Servei d´Esports' de la Universidad se disponian a aprovechar su última noche de estancia en la Capital.
El torneo había dejado de tener importancia tras el desastroso resultado de la ronda anterior... La UPC ya no tenía posibilidades de quedar en los primeros puestos, y los componentes del equipo debían resignarse, y así pues salir y disfrutar de la noche madrileña.
Decidimos por mayoría cenar en algún sitio diferente... una pizzería! Pedimos alguna referencia al recepcionista del hotel y acabamos en un restaurante muy "chic" en plena Plaza de España.
Tras una cena "ligera" llena de recuerdos hacia personas poco deportivas del ajedrez catalán, abandonamos aquel lugar y nos dispusimos a disfrutar de la noche, una noche cerrada, casi sin luna, pero iluminada sobradamente.
Atravesamos un parque - del que sinceramente no recuerdo el nombre - pasando cerca de un reducido grupo de Skins... La sorpresa se produjo al comprobar que el parque no tenía ninguna otra salida efectiva abierta... Allí se debió tomar la primera decisión: volver a la entrada/salida (con lo que teníamos que volver a pasar por el grupo de Skins) o encontrar una solución alternativa: saltar la valla. Nos armamos de valor y decidimos enfrentarnos al destino: el equipo estaba unido y, gracias a Dios, nadie se hizo daño al saltar la valla.
Fuimos caminando por las calles de Madrid atravesando la Puerta del Sol y otros sitios emblemáticos de la Capital. Lamentablemente no pude apreciar la belleza arquitectónica y urbanística de la ciudad debido a que el sol había quemado ligeramente mi nariz, y un contacto continuo con las gafas podría ocasionarme una dudosa molestia de consecuencias poco predecibles.
Acabamos en un pequeño bar donde se contaron algunos chistes, se bebieron algunas cervezas (el delegado siempre cubata) y se hizo un bote de 2.000 pts. por persona para pasar el resto de la noche. Abandonamos rápidamente el local y tanteamos diversos lugares para decidir donde acabar nuestra pequeña odisea. Tras pedir consejo a expertos conocedores de la zona, decidimos quedarnos en una pequeña discoteca con 'Happy Hour' durante toda la noche.
El lugar parecía una "pipe" gigantesca, con la barra a la derecha, que desembocaba en una zona de baile circular forrada de espejos para simular un exceso de amplitud. La Selección comenzó tomando su primera consumición y rápidamente accedió a la zona de baile. Pronto nos dimos cuenta del engaño de los espejos, y pudimos comprobar que la presencia femenina tendía hacia los peligrosísimos porcentajes de la FIB. Además todas las chicas parecían tener alguna especie de acompañante...
Pero había una diferente, era sin duda la que estaba más buena - o al menos la que más le gustaba al delegado -, y podía apostar que ignoraba en lo posible a su supuesta "pareja" (un tipo gordo y pesado). La chica era de media estatura, guapa de cara, pelo moreno (natural) y ligeramente rizado; vestía sencillamente: unos tejanos corrientes y una camiseta de manga corta. En la cintura llevaba anudado un jersey que la protegería del frío madrileño.
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