Historias de un Jugador en Madrid (Capítulo III)

La chica se puso a hablar con otro - supuse que ya lo conocía -, yo esperé pacientemente y al poco rato ya estaba bailando otra vez enfrente mio. Comencé a preguntarle otra vez sobre el gordo aquel... cuando de repente el 'diskjockey' anunció que cerrarían en 15 minutos y ponía una canción lenta que me venía de perlas.

En aquellos momentos le pregunté si quería bailar; ella me dijo que sí. La cogí de la cintura, ella se apoyó en mis hombros y comenzamos a bailar (allí recordé los problemas que tengo para bailar lentas). Ella me dijo no se qué trivialidad y yo aproveché para darle un beso. Fue un beso decidido, sin complejos, que ya se adivinaba desde hacía tiempo. Un beso, no obstante, prudente y ligeramente corto para mi gusto, aunque no por ello menos gratificante.

Ella me rodeó el cuello con sus brazos y seguimos bailando, muy juntos, mejilla contra mejilla. Era una experiencia realmente agradable. En un segundo fui capaz de olvidar todo aquello que me rodeaba y volver a sentir que podía tocar el cielo... Realmente no se por qué aquellos momentos me impactaron tanto: quizás era la primera vez que había verdadera "magia" entre una chica y yo; aunque no nos engañemos: siempre pienso que hay verdadera magia... quizás sólo es una consecuencia de mi "mente enferma"... De todas formas pienso que es poco importante saber el por qué de estas cosas: simplemente hay que vivirlas, sentirlas, disfrutarlas y recordarlas.

La canción duró eternamente, pero pronto llegó a su fin. Nos separamos y en esos momentos me preguntaba qué iba a pasar con nosotros ahora... No dio tiempo a pensar más: los acontecimientos se fueron precipitando a un ritmo vertiginoso.

El gordo cogío a la chica, la apartó un poco de mi y se puso a hablar con ella... Comencé a intuir que aquella noche habría problemas. Me dirigí hacia mi equipo y les comenté la situación: estaban conmigo. A continuación me dirigí hacia mi chica.

Hacía un segundo que el gordo había terminado de hablar con ella y se estaba alejando de la zona de baile. Le pregunté (a ella) por la conversación que acababan de tener, pero estaba casi llorando y no me quería decir nada... La cogí por las mangas del jersey que llevaba anudado a la cintura y la atraje hacia mi; insistí en mi pregunta. Ella comenzó a explicarme alguna de las cosas que el gordo le había dicho:

"¿Es que te enrollas con el primero que pasa?"
"¡Pero si es un crío!"

y la más preocupante:
"Lo voy a matar como siga contigo" (o algo por el estilo)

Yo, sinceramente, estaba acojonado. Sabía que tenía al equipo conmigo, pero no sabía a quien tenía el gordo. Durante una décima de segundo mi instinto de supervivencia me hizo pensar que no merecía la pena pelearse, pero reaccioné instantáneamente: no podía dejar tirada de esta forma a mi chica - aunque no la conociese de nada-.

Cuando volví a la realidad de nuevo estaba el gordo hablando con ella. Esta situación tenía que acabar. Me acerqué decidido y la cogí por la cintura. El gordo dejó de hablar y me miró. Era la primera vez que estábamos frente con frente. El tío impresionaba bastante: en altura no me sacaba demasiado, pero en anchura y corpulencia me destrozaba... sabía - o más bien intuía - que al primer guantazo me dejaba KO. No obstante mantuve mi brazo derecho alrededor de la cintura de la chica.

De repente el gordo la agarró por el brazo y me dijo:
- Se viene conmigo.
- ¿Por qué? - repliqué. No se me ocurrió nada más original.
- Porque es mi hermana -. Tardé medio segundo en darme cuenta que era mentira... tenía que contestar y rápido...
- ¿Estas seguro? -. No era una pregunta muy inteligente... desde el momento que empecé a plantearla intenté pensar como seguir a la senzilla respuesta SI.
- Y si no lo es da igual... se viene conmigo. - Esta respuesta parecía convincente.

No pude replicar a esta última contestación. Se fue hacia la salida con ella cogida por el brazo. La pobre estaba muy asustada. No decía nada. Rápidamente hice un gesto a mi equipo y me dirigí hacia la salida. Por suerte el gordo se quedó en la barra (estaba al lado izquierdo del pasillo que conducía a la salida). Avancé hasta su posición - sabiendo que el resto del equipo venía justamente detrás- y de nuevo todo pasó muy rápido:

Al tiempo que yo llegaba a su altura ella se zafó del brazo del gordo, me agarró la mano - estaba llorando- e hizo ademán de comenzar a correr hacia la salida. Yo pude observar que en el instante en que ella me cogía la mano el gordo no había reaccionado, y el equipo - que a lo ancho ocupaba el pasillo- formaba una pequeña barrera. Así pues sabía que tenía algunos segundos de margen y no dejé que ella tirara de mi corriendo. Simplemente nos dirigimos a la salida a paso muy rápido: quería salir dignamente.

Si nos íbamos a encarar lo mejor era hacerlo en la puerta, ya que había un segurata. Es más, mi primera intención era quedarme en la puerta hasta que pudiese coger un taxi o algo así. Estaba de suerte. Justo salir del antro vi un taxi a 10 metros. Comencé a correr hacia el taxi -ella seguía agarrada a mi mano - y llegamos justo antes de que se fuera. Nos subimos rápidamente, giré la cabeza y comprobé que todavía no había salido el gordo (ni siquiera había nadie del equipo). El taxi arrancó. Por ahora estábamos salvados.

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