Era un día agotador, había corrido quilómetros y quilómetros con la bicicleta, y ya, camino de casa, se concentraron pequeños nubarrones que descargaron toda su furia con una lluvia que no cesaba. Una niebla aglutinada descendía vertiginosamente la ladera de la montaña, ocultando altos logros ya conseguidos. El muchacho paró.
El Viento, el Trueno, y el tintineo ensordecedor de las miles de gotas que castigaban por doquier conformaban la Melodía; pero él no podía, no quería enterarse.
Sus ropas sudadas absorbían agua hasta extremos insospechables. El muchacho sonrió amargamente; era parte de la Melodía.
El espectáculo no cesaba, incluso semejaba incrementarse, aun no siendo físicamente posible... Mientras tanto él yacía instintivamente acurrucado bajo un árbol, quizás soñando una utópica protección.
Su rostro aparecía pálido, entumecido por lágrimas, y cubierto parcialmente por unas manos temblorosas que anunciaban su derrota.
El tiempo corría, rítmico e inexorable, al igual que la Melodía; el "no es posible" reberberaba ociosamente en la mente del muchacho.
-Hubo un tiempo en el que formaba parte de todo aquello, conformábamos un algo... pero todo ha acabado; ahora ni siquiera comprendo la Melodía-.
La noche llegó y sorprendío a un muchacho exhausto y sin sentido, en aquel lugar prohibido, mientras todas las fuerzas cesaban, poco a poco, su ataque mortal.
La mañana vino con la conciencia del chico, en cuyo rostro asustado se dibujaba la peor de las pesadillas... Pero el cielo era, ahora, de un azul intenso, y el sol, deslumbrante, intentaba asomarse por encima del mar de nubes que escondía el profundo barranco abierto ante sus pies.
El espectáculo era increíble, no acababa de comprender bien lo que pasaba, sus ojos se cegaron y una fuerza desconocida, quizás una Fuerza Melódica, le invitaba a sumergirse en aquel infinito...
-Quería ser parte de aquello, quería entenderlo todo, quería el saber absoluto-.
Arrastrado por ese pensamiento el dolorido muchacho se lanzó decidido, pero casi sin fuerzas, al mar espumoso; y mientras descendía vertiginosamente podía escuchar, y quizás comprender, algo semejante a un zumbido Melódico, que le hacía olvidar su vieja bicicleta, abandonada.
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